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LOIOLA, SANTUARIO DE SAN IGNACIO

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23 julio, 2019

LOIOLA, SANTUARIO DE SAN IGNACIO

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En este post os llevo de excursión al Santuario de Loyola, un complejo religioso y monumental en el pueblo de Azpeitia (Gipuzkoa). A unos setenta kilómetros de Bilbao este lugar es uno de los más frecuentados de nuestra geografía; son miles los visitantes que recibe a lo largo del año.

Iñigo López de Loyola, más conocido como Ignacio de Loyola, fue uno de los hijos del matrimonio formado por Beltrán Ibáñez de Oñaz, señor de Loyola y Marina Sánchez de Licona de origen noble. Nació en 1491 en la casa torre que, actualmente, es visitable.

Ignacio se dedicó desde muy joven a las armas siguiendo la tradición familiar; hasta que, en 1521, resultó gravemente herido en Pamplona luchando contra los franceses. En su periodo de convalecencia se aplicó en la lectura de numerosos libros, sobre todo piadosos y, aquellas lecturas, le llevaron a cambiar las armas por la religión. Su pasión por Jesucristo le animó a viajar a Jerusalén con el objetivo de convertir a los infieles en devotos cristianos. Para aquella aventura se hizo acompañar de varios amigos con los que, tiempo después, fundó la Compañía de Jesús, más conocida como Jesuitas.

Con la aprobación del Papa Paulo III se ordenaron sacerdotes e Ignacio fue elegido Superior General por la recién estrenada orden religiosa. El 31 de julio de 1556 falleció en su celda de la casa de los Jesuitas en Roma. Como legado quedan sus escritos, sus cartas, sus reflexiones y sus diarios.

A finales del siglo XVII comenzó la construcción del santuario alrededor de lo que fue la casa torre de la familia a orillas del río Urola en el barrio de Loyola entre las poblaciones de Azpeitia y Azkoitia.

En este complejo religioso, uno de los más importantes de Euskadi, lo más destacable es la basílica circular con su cúpula esférica de sesenta y cinco metros de altura a la que se accede por una impresionante escalinata de piedra. El altar mayor de estilo churrigueresco se construyó a mediados del siglo XVIII y, en la parte superior, destaca la figura de San Ignacio de Loyola realizada en plata. Rodeando este conjunto, se integran diferentes capillas que le dan un aspecto acogedor y amplio a la basílica. Gracias a un gran espejo redondo colocado en el pasillo central se puede observar la cúpula sin necesidad de forzar el cuello. El órgano es una de las joyas que data de 1889 y posee tres teclados y 2172 tubos.

Después de visitar la Basílica es el momento para acercarse hasta la Casa Santa, la casa donde nació y creció el santo. Al contrario que en el templo religioso, aquí sí hay que pagar una entrada que cuesta  tres euros.

Esta torre, a pesar de las restauraciones sufridas en sus cuatro plantas, mantiene toda su esencia y su historia a través de los muchos objetos que se exponen y que nos dan buena idea de cómo fue la vida de esta familia numerosa con grandes creencias religiosas. La planta baja era utilizada como lugar para guardar los aperos de labranza y albergaba, también, una bodega.

En la primera planta se hallaba la cocina con una gran chimenea. Este era uno de los espacios compartidos por los señores y los criados. En una de las paredes se puede apreciar un dibujo cuya autoría se atribuye al propio San Ignacio. La segunda planta era la noble, en la que se distribuían habitaciones, comedor y hasta un oratorio. Aquí, en una de estas estancias, se cree que nació San Ignacio.

Las habitaciones de los hijos y de los huéspedes se encontraban en la tercera planta, donde pasó su convalecencia el santo, leyendo libros que, cada día, le acercaban más a Dios.

En el edificio anexo las obras de arte cuelgan de las paredes de los impresionantes pasillos. El Museo Sacro posee muchos objetos litúrgicos y una importante colección de libros religiosos desde el que se accede a una capilla donde se puede ver la imagen del santo escribiendo el libro de ejercicios en la Cueva de Manresa.

Fueron muchos los religiosos que habitaron aquí, según me explican, pero hoy en día, solo permanecen algunos ancianos. Muchos fallecieron y sus restos se hallan en el cementerio de esta finca a pocos metros del monasterio en un magnifico jardín de veinticinco hectáreas que la orden religiosa compró en el año 1948 y donde, hace casi veinte años, se acondicionaron varios caminos con bancos. En un lugar destacado de este parque se colocó una obra de Antonio Oteiza realizada en bronce como homenaje a la peregrinación de San Ignacio al Santuario de Aránzazu.

El conjunto arquitectónico se completa con una biblioteca, un centro de espiritualidad y un albergue.

Realmente es un lugar que merece una visita tranquila, admirando tanto el arte como la espiritualidad que desprende.

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