Una labor fundamental
El investigador santutxuarra Arkaitz Carracedo consiguió al final del año pasado una financiación de dos millones de euros de la Comisión Europea para estudiar la vulnerabilidad del cáncer de próstata durante los próximos cinco años. Biólogo, profesor e investigador, nos encontramos ante una eminencia en el mundo de la ciencia, y por eso ha sido un orgullo para nosotros poder charlar con él en las instalaciones del laboratorio CICBiogune, en Zamudio, donde realiza su investigación. Conversar con Arkaitz es hablar con un tipo sencillo, cercano, claro y, sobre todo, interesante. Para comprobarlo, aquí tenemos la primera parte de la entrevista que mantuvimos con él y que continuará en el número de Marzo.
¿Cómo empiezas a interesarte por el mundo de la biología y la investigación?
Yo creo que, en la investigación como en cualquier carrera, nuestra orientación profesional depende mucho de los profesores que hayamos tenido y si han sabido motivarnos y transmitirnos esa pasión. En mi caso, yo hice biología porque era algo que me generaba mucha curiosidad y tuve un profesor en el instituto que supo transmitírmelo, lo que fue fundamental para tomar la decisión de dedicarme a esto. Posteriormente, la verdad es que yo no me planteaba hacer una tesis doctoral porque todo el mundo decía que era una locura, pero, de nuevo, cuando me estaba especializando, me encontré con un profesor en Madrid que me motivó y fue cuando me planteé hacer investigación. Después de eso, hay un periodo de formación en la que recomiendan ir al extranjero y en aquel momento era una oportunidad para conocer una nueva cultura y para formarme en investigación del cáncer, y me fui con mi mujer a Estados Unidos, donde estuvimos cuatro años en Nueva York y Boston.
¿Cuándo decides volver a Bilbao?
Después de estar en Estados Unidos, yo tenía varias ofertas laborales, pero decidí aprovechar la ocasión para volver aquí, siguiendo lo que me dijo en la universidad una de las profesoras que fue mi mentora en muchos aspectos: “es importante irse pero también volver a sembrar a casa”.
Aparte de ser biólogo e investigador, también das clases en la universidad…
Sí, yo soy licenciado en Biología y mi doctorado es en biología y bioquímica especializado en biología del cáncer, pero veo que la investigación tiene una gran importancia en la docencia y por eso empiezo a dar clases en la universidad del País Vasco, donde soy profesor asociado, con la idea de que los chavales jóvenes vean que es posible dedicarse a esto.
¿Por qué crees que este tipo de carreras científicas tienen tan poca demanda entre los estudiantes?
El problema en estas carreras de ciencias y formativas es que, en muchos aspectos, vas a ser considerado becario media vida, porque el periodo de formación es muy largo y, además, es una carrera muy poco estable porque, para desarrollar tus investigaciones, dependes siempre de becas y financiación. Pero lo que hay que visibilizar es que la investigación es algo fundamental y que tiene la ventaja de que es algo muy creativo y que, como dice Felix Goñi, Catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la UPV, “tienes la capacidad de ver algo que nunca antes ha visto nadie”. Es un trabajo muy creativo que te da mucha libertad y la oportunidad de conocer muchas personas y lugares, pero tiene la contrapartida de que engancha y requiere muchas horas de sacrificio profesional. De todas formas, esto ya no es como antes cuando se hablaba de “carreras que tenían salida y otras que no”… hoy en día casi ninguna lo tiene, y es muy importante que definamos bien qué es lo que nos motiva; si haces algo porque te motiva ahí es donde vas a poder aportar, pero si haces algo para sacar provecho es más difícil que aportes algo genuino. Yo intento que la gente sea consciente de que, si te gusta, si tienes curiosidad, si es algo que va con la formación que tú buscas, no hay que mirar mucho más allá porque la vida cambia constantemente.
¿Puede influir en esa decisión el hecho de que, en esta sociedad en la que todo va tan rápido, los chavales no estén dispuestos a pasar tantos años estudiando y formándose y por eso buscan salidas que no requieren tanto esfuerzo?
Sí, ese es uno de nuestros grandes males, que tenemos una sociedad muy productivista. Incluso nosotros en investigación nos estamos peleando constantemente para conseguir que no nos pidan resultados a corto plazo… o, al menos, que no nos pidan resultados que se trasladen a un producto a corto plazo, ya que la investigación es sentar una base de conocimiento y eso, con el tiempo, genera valor, pero no es algo que se pueda ver a corto plazo. Al final, se trata de provocar un cambio de filosofía y esto cuesta mucho. Puede que la gente joven se sienta alejada de esto o que no lo vea como algo interesante pero, si eres capaz de transmitirles lo que implica este trabajo o lo que tiene detrás una tabla muy compleja, son capaces de aportar muchas cosas. En la universidad, yo veo estudiantes con unos niveles altísimos de implicación y de conocimiento, pero también es verdad que nuestro sistema educativo no enseña bien, ya que enseña a memorizar pero no a tener herramientas. El primer gran problema es que no hay un sistema educativo sólido y que los que hay, están pensados para clasificar a la gente entre excelente, buena, muy buena o insuficiente y no nos centramos en desarrollar el potencial de los estudiantes. Todavía no veo que en la educación primaria haya un sistema que te enseñe a aprender, a absorber conocimiento. Yo, ahora mismo, no me aprendo nada de memoria, sino que, como tengo interés en lo que estudio, soy capaz de entenderlo, resolverlo y transmitirlo y esto es fundamental. El primer día que doy clase en la universidad les digo “La expectativa es que de aquí a cinco años recordemos el 2 o el 5% de lo que hemos visto en clase, mi función es que eso que recordéis sea lo que vale, que tengáis las herramientas para buscar la información, no para saber las cosas”. En esto vamos un poco atrasados y esto lleva a que la gente no tenga ilusión, que no entienda en muchos casos de qué va este trabajo. En este aspecto nosotros, los investigadores e investigadoras, tampoco lo comunicamos muy bien y, por ejemplo en nuestro caso, nadie sabe dónde está CiC Biogune… deberíamos estar más tiempo fuera del laboratorio, explicando qué es el cáncer, cómo funciona, cuáles son las dudas que la gente, los mitos, las realidades y, sobre todo, qué ha hecho la investigación en estos años.
Esta labor de divulgación se antoja todavía más importante cuando hablamos de cáncer, una enfermedad que, en mayor o menor medida, todos hemos vivido de cerca…
En el futuro cercano, si vivimos lo suficiente, la mayoría tendremos algún cáncer y la expectativa y la esperanza es que casi todos nos curaremos. Esto es lo que ha pasado en los últimos 40 años, en los que hemos pasado de que sólo uno de cada cuatro personas que tenía un cáncer sobrevivía a que sobrevivan dos de cada cuatro y estos datos son muy buenos porque hemos doblado las posibilidades de curación. La propuesta de la AECC, que es el gran inversor en investigación ahora mismo, es que se haga una inversión estratégica en investigación para que, en 2050, tres de cada cuatro personas con cáncer se curen y eso sería una gran noticia porque supondría que el cáncer sería, en general, una enfermedad curable.
Una enfermedad curable, dependiendo del tipo de cáncer ¿no?
Eso es. Lo que debemos transmitir es que el cáncer no es una sola enfermedad, ya que en el cáncer de testículos, por ejemplo, se curan el 98 % de los afectados, o el cáncer de mama y el de próstata donde también se ha dado un salto espectacular, pero luego tenemos otros como el de páncreas o el de pulmón en los que la mayoría de los pacientes no consiguen curarse porque todavía no entendemos bien cómo funciona. El cáncer son unas 200 enfermedades que tenemos que tratar de manera diferente y en eso insisto mucho en las actividades de divulgación en las que participo: ¿por qué dos personas que llegan al hospital con el mismo cáncer tienen diferentes tratamientos?… pues porque los tumores son totalmente diferentes y tenemos que entender muy bien cuál es el código de barras de cada uno y darle el tratamiento adecuado.
¿Y de qué depende ese código de barras? ¿de la persona o del tumor?
Esa es muy buena pregunta y la respuesta es que de las dos cosas. Cada célula de nuestro cuerpo tiene una enciclopedia que, por cada capítulo, tiene dos tomos, uno de nuestro padre y otro de nuestra madre, son los genes y el ADN y de ahí nosotros heredamos diferentes características como el color de ojos, la altura, el color de pelo, los rasgos de carácter… todas esas diferencias que tenemos todos es porque, durante la evolución, hemos ido acumulando mutaciones, que son errores en la escritura de estos capítulos. Esas mutaciones son las que hacen que hayamos evolucionado desde el mono pero, a la vez, en nuestro cuerpo y a lo largo de la vida, cada vez que se dividen nuestras células y tienen que copiar esas enciclopedias, también cometen errores y se producen mutaciones que, si se acumulan, puede hacer que la célula deje de funcionar como debería y se convierta en una célula de cáncer. Basándonos en este principio podemos decir que es imposible que todos los cánceres sean iguales porque los errores que va a acumular una célula de cáncer en una persona o en otra van a ser totalmente diferentes. Por supuesto que comparten características que están en una tabla y que explican qué tiene que tener una célula de cáncer: ser capaz de crecer cuando el cuerpo le diga que no lo haga, resistir a la muerte, ser capaz de adquirir alimento por otros medios… pero en sus debilidades sí que todas son diferentes y nosotros tenemos que ser capaces de entenderlas y por eso tenemos que agrupar pacientes según las categorías moleculares de ese tumor y no necesariamente según si es de próstata, de pulmón o de páncreas. Hay muchos casos en los que dos tumores de mama son más diferentes entre sí que uno de mama y uno de ovarios, por ejemplo, y cada tratamiento debe acompañar a cada uno y por eso el cáncer está estudiado para ser tratado de manera individualizada. Eso es lo que se hace hoy en día en los hospitales: a la persona que va con un cáncer de mama se le miran una serie de marcadores y eso va a definir el código de barras de ese tumor y cómo se debe tratar; eso ha hecho que el cáncer de mama, en general, se cure, aunque sean cinco enfermedades diferentes bien caracterizadas.
Supongo que, teniendo en cuenta todo esto, es importante la especialización dentro de los grupos de investigadores…
Así es; en nuestro caso, por ejemplo, nosotros hacemos principalmente cáncer de próstata, aunque también tenemos una línea de cáncer de mama. Al final hacemos cáncer de próstata porque tenemos las herramientas y contamos con las colaboraciones para ello. Las preguntas que nosotros hacemos se pueden extrapolar a otro tipo de cánceres y, de hecho, lo hacemos en colaboración con otros equipos, pero es muy importante valorar las herramientas que tenemos para responder a esas preguntas; nosotros tenemos la colaboración con los urólogos del hospital de Basurto y el acceso a datos clínicos y a muestras con un consentimiento debidamente informado; en el laboratorio tenemos modelos experimentales de cáncer de próstata y no de otro tipo de cáncer, así que somos más fuertes respondiendo a preguntas sobre este tipo de cáncer. Probablemente, en el futuro podremos encontrar respuestas a otros canceres y demos el salto, porque muchas de las cosas que aprendemos investigando el cáncer nos ayudan a entender cómo funciona nuestro cuerpo y la vida en general y eso también es muy importante. Necesitamos empezar haciendo cosas muy específicas para poder generalizar.
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