Historia viva de un club centenario
Aunque tan sólo jugó cuatro años, Amador ha estado toda la vida involucrado con el Santutxu de una u otra forma, ya que trabajó en la directiva once años, en la época en que su hermano Salvador fue presidente. También lleva nada más y nada menos que 68 años como socio, por lo que las experiencias y los recuerdos relacionados con el Santutxu que acumula son interminables… historia viva del club
¿Cuándo empiezas a jugar en el Santutxu?
Recuerdo que jugaba en los juveniles de El Carmen y un domingo que el Santutxu descansaba, nos propusieron entrenar con nosotros y nos apostamos cinco duros porque siempre estaban riéndose de nosotros porque éramos más pequeños que ellos. Jugamos en Montefuerte y les ganamos 6-0 y entonces Lorenzo, que estaba de presidente, echó a unos cuantos y nos fichó a seis de nosotros. Nos llamaban el equipo del biberón pero cuando empezaba el partido no nos echaba mano ni Dios. Así que, así empecé en el Santutxu donde estuve cuatro años jugando y luego lo dejé porque tenía mi trabajo de ebanista y no tenía tiempo para todo.
A pesar de haber jugado poco tiempo, siempre has estado vinculado al Santutxu ¿verdad?
Sí, estuve once años en la directiva como vocal y tesorero y, aparte de eso, llevo 68 años siendo socio y sigo yendo a Maiona cuando puedo, y lo disfruto mucho. Creo que he sido una persona querida porque me he desvivido por el club, igual que mi hermano Salvador, que fue presidente y murió en febrero, unos meses después de Patxi Arrieta que también fue presidente. Quiero tener un recuerdo para esta gente porque luchó mucho por el equipo y eso hay que tenerlo en cuenta.
¿Qué diferencia al Santutxu de otros equipos?
El Santutxu es amistad, es cariño… es como una familia y es algo increíble cómo se puede llegar a querer a un club que lo da todo por los chavales y por el barrio. Los padres están encantados porque se está trabajando muy bien el fútbol base.
¿Cuáles son los principales cambios que has notado si comparamos el fútbol de tu época con el de ahora?
La verdad es que en nuestra época éramos muy pobres; para que te hagas a la idea, yo uso un 38 de bota y me tenía que poner un 42 porque no había más. También han cambiado mucho los balones porque yo recuerdo aquellos duros que muy pocos pocos remataban de cabeza (risas). El problema es que no se hacía mucha taquilla porque, como jugábamos en Montefuerte, iba muy poca gente de Santutxu a vernos ya que quedaba lejos. En esos cuatro años que jugué nunca me dieron ninguna prima porque no había dinero, pero recuerdo perfectamente que, cuando ganábamos, al finalizar el partido nos invitaban a un porrón de vino con gaseosa y a un bocadillo en la cooperativa de La Peña y con aquello ya éramos felices. Pero me alegro de que eso haya cambiado y de que hoy en día los chavales cobren sus primas para que tengan para sus gastos. Lo que sí me parece una vergüenza es lo caro que es entrar en un campo a ver los partidos de fútbol, por ejemplo en San Mamés. Debería ser más barato, sobre todo, para los chavales.
¿Crees que, hoy en día, estamos viviendo una cierta saturación de fútbol, con los jugadores saliendo en las televisiones y los periódicos a todas horas?
Hoy en día el futbol no gusta a todo el mundo y creo que el jugador está demasiado mimado, ganando lo que ganan no tienen el espíritu que deberían tener, y no me gusta que estos chavales vivan de esa forma. Entiendo que no van a vivir el fútbol como lo vivíamos nosotros porque no han tenido que hacer tantos sacrificios por jugar; pero también me alegro de que no hayan vivido todas las penalidades que nosotros pasamos porque me acuerdo que, en algunos campos, no había ni duchas y se tenía que poner uno con una regadera a echar agua (risas).
¿Cuál es el mejor momento que recuerdas en el Santutxu?
Yo creo que cuando el equipo subió a Tercera contra el Lemona, el primer ascenso, en el que mi hermano estaba de presidente. Me acuerdo de la fiesta que organizamos ese día, que el club tiró la casa por la ventana para celebrarlo… aquel año fue maravilloso. Como jugador todos los años fueron muy felices porque me encantaba jugar, me llamaban “el hacha de guerra” y era un lateral derecho que siempre ponía toda la carne en el asador… ¡qué amor propio tenía! (risas).
Supongo que también habría momentos complicados en todos esos años…
Seguramente, pero prefiero recordar las cosas buenas.
¿Cuál es el mejor jugador que has visto en un campo de fútbol?
Para mí, sin duda, Julen Guerrero; aquel hombre jugaba con los pies, la cabeza y el corazón, sentó cátedra, todo en él era verdad porque era puro sentimiento y, si alguna vez besaba el escudo, lo hacía con el alma. También me gustaban mucho Txetxu Rojo, Dani… un montón. Del Santutxu me quedo con Jontxu “El Toro”, un fenómeno en el centro del campo, y con un tal Txirulo como central.
Para terminar, ¿cuál es la clave para que un club de barrio como el Santutxu llegue a cumplir 100 años?
Yo pienso que, si no tienes formalidad y no eres transparente, no se puede hacer nada y aquí eso lo hemos tenido y siempre hemos estado al pie del cañón y creo que por eso el equipo ha durado tantos años. Me preocupa qué puede pasar si Mitxelo lo deja porque este hombre ha dejado el listón tan alto que no sale nadie que quiera cogerlo. Mitxelo es inimitable, pero también tiene derecho a descansar y, por eso, a mí me gustaría que saliera gente joven que tomara el relevo.
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